viernes, 27 de marzo de 2015

Viejunismo


Llega un momento en la vida en el que te das cuenta que ya no eres (tan) joven como antes, sí, lo siento, es así, el tiempo pasa, y las cosas cambian, es inútil resistirse, hay que admitirlo. Donde más se nota que ya no eres una jovenzuela alocada, sino una persona madura, no es las arrugas, ni en que no ves tres en un burro, ni en nada parecido, sólo tienes  que observarte cuando sales y ver si tienes alguno de estos síntomas de viejunismo:
Cuando sales por ahí y al entrar en un garito buscas un lugar decente dónde depositar tu abrigo y bolso, es señal inequívoca de que has entrado en la madurez. Para el adolescente o joven la palabra guardarropa no existe, cuando eres una adolescente alocada lo tiras todo al suelo en el primer rincón que encuentras, sin hacer antes la prueba del algodón ni la del carbono 14, porque ahí hay mierda incrustada desde que Alaska iba con los Pegamoides y lo sabes, pero eso  a ti te da igual, te puede más el ansia por divertirte. Cuando te vas, te pones a revolver en un montón informe que te llega a la cintura y con suerte encuentras tu abrigo hecho un auténtico guiñapo y lleno de lamparones, pero la noche es joven y ya lo lavará todo tu madre.
Otro síntoma es la hora de retirada. Sabes que has entrado en la madurez, porque llega un momento de la noche en el que sencillamente no puedes más, pero literal. Cuando te visualizas en tu casa en pijamita, metiéndote en tu cama y tapándote con el nórdico, mientras te apoyas en la barra, un altavoz o lo primero que pillas, malo, no esperes más, ha llegado el momento de irte a casa. Pretender hacerte la dura (joven)  y aguantar más no servirá de nada, porque en breve tu cuerpo directamente no responde y no sientes los pies. Huye mientras pueda antes de querer cortarte las piernas en oblicuo aún a riesgo de ir dando cojetás el camino hasta el taxi. Se ha dado el caso de madres que se han abierto camino a empujones hasta un taxi libre, o incluso han fingido un desmayo o un esguince. Ay que ver, con lo que yo he sido…
Ya no funciona lo de que cuanto más cansado estás mejor duermes, ahora como llegues a casa pasadas las 3, vas a pasar una nochecita de aúpa. Al principio parece que te duermes, pero luego te despiertas y estás en un duermevela en el que te levantas a beber agua, te acuestas, das vueltas, te duermes, te despiertas otra vez bañada en sudor, te quitas los pantalones del pijama, sacas un pie, te vuelves a dormir, te vueles a despertar porque el pie se te ha quedado helado y lo vuelves a meter, mientras repites en tu cabeza como un mantra: “no vuelvo a salir, no vuelvo a salir, no vuelvo a salir”, vamos, un infierno.
La fase de recuperación: Con la noche que has pasado, imagínate cómo te vas a levantar el día siguiente. Se acabó esa época dorada en la que te corrías la juerga del siglo y al día siguiente estabas como una rosa, ahora tu cuerpo se venga de los excesos  de la noche anterior con auténtica saña. Más vale que no te pases porque si no, al día siguiente estarás como un extra de Walking Dead, con la cabeza a punto de explotar, ojeras tipo mapache y los ojos inyectados en sangre, una delicia, nada que no pueda curar una buena siesta.
Que no pare el ritmo, olvídate de salir al día siguiente, yo he comprobado que no aguanto las fiestas de los pueblos, al tercer día me pongo mala y vomito, es matemático, si es que la naturaleza es sabia y ya no estamos para esos trotes. Me han recomendado al llegar a casa apretarte una rebanada de pan de molde, a ser posible untada con Nocilla, lo probaré a ver si funciona.
Luego está el tema del termostato, no recuerdo yo haber pasado frío de joven jamás, y mira que iba poco abrigada, y el calor,…  pues tampoco, la verdad, que había que quedar en pleno mes de agosto con 40 grados a la sombra? Pues se queda, hombre, me voy a perder yo una fiesta. Está demostrado científicamente que los jóvenes no sienten el frío ni el calor, vamos, que ni sienten ni padecen. Ahora me dices a mí que salga sin chaqueta para lucir una camiseta y te digo que “amos anda”.
En fin, que si aún no habéis entrado en esta etapa de viejunismo aprovechad, que ya os llegará, ya. Ahora, que a mí no me ata en casa nadie, si hay que salir, se sale,  aunque sea echando el hígado por la boca, eso sí, con prudencia y medida, que luego ya sabemos lo que pasa…
Imagen vista aquí

jueves, 19 de marzo de 2015

Decálogo de convivencia con un Buenpadre

Hoy no pensaba escribir nada, pero ya sabemos cómo son estas cosas, vienen así, no cuando uno quiere. Resulta que soy de la opinión que hay fiestas inventadas por las grandes superficies para sacarnos la pasta vilmente, como por ejemplo San Valentín, ya no digamos las adoptadas por otras culturas como Halloween, sí, soy un poco Grinch, lo reconozco. Si a eso le sumamos que me toca bastante los cojones que el Día del Padre sea fiesta y el de la Madre que nos parió caiga en domingo sí o sí, pues no sé qué hago escribiendo este post, pero bueno, ahí vamos.
Aquí va mi Decálogo de convivencia con el Buenpadre, espero que os sirva, o al menos os haga pasar un buen rato:

1.- Respeta su posesión más preciada, esto es: el mando a distancia, no se lo quites, o entrará en bucle, no puede ver la tele sin estar agarrado al mando, es como su tabla de salvación.

2.- Permite que presuma, ante cualquiera que quiera escucharlo, que cocina como los auténticos ángeles, sin comentar que lo hace manchando absolutamente todos los cacharros de la cocina. Es bueno para el ego y la autoestima.

3.- Le dejarás conducir a él siempre, no compensa el sufrimiento de su mirada cuando vas tú a los mandos de otro de sus "tesoros", aunque el coche sea tuyo, todo lo que tiene 2 o más ruedas será considerado de su propiedad. Si no te da penica verlo sufrir así mientras aparcas, es que no tienes corazón.

4.- Nadie, repito, nadie, es más guapo que él, ni el mismísimo Brad Pitt en sus mejores tiempos. Digamos que el buenpadre debe creer que es una mezcla de Christian Grey, George Clooney y Paul Newman todo en uno. De ilusión también se vive.

5.- Nunca le preguntes su opinión respecto a tu indumentaria, si no quieres cabrearte. Te contestará con un "Psssssssss" que te hará desear sacarle los ojos, ¿para qué vivir este momento totalmente innecesario?

6.- Jamás le lleves de compras, se le pondrá una mala leche de órdago y acabará diciéndote que estás ideal con cualquier modelito que te queda como el culo, con tal de salir lo más pronto posible de ese antro del infierno.

7.- Déjale que llene su fondo de armario con prendas absolutamente espantosas adquiridas en tiendas tipo Lidl, para practicar todo tipo de deportes. Si tiene unos detalles flúor aquí y allá, mucho mejor, les da como paz interior. Y muy importante, no olvides decirle algún piropo cuando va a salir con uno de esos atuendos espeluznantes agarrado a la bici, otra de sus compañeras inseparables.

8.- No te empeñes en que distinga los colores, no pueden, para ellos sólo existen los colores básicos, como para preguntarles por el verde pistacho o el azul petróleo. Su pantone es limitado. Dicen que los perros ven en blanco y negro, y yo creo que muchos hombres también.

9.- Les encantan las pelis de acción, son su cine de culto, no insistas en que les guste Notting Hill, PS I love you o cualquiera de las que a ti te encantan, sólo las verán contigo mientras tengan alguna duda de que puedes huir, cuando ya les has jurado amor eterno, desengáñate que no volveréis a ver una comedia romántica jamás.

10.- Y por último y no menos importante, déjale que intente arreglar cosas en casa, aunque no lo consiga y al final tengas que pedir ayuda a un profesional, ¿hay ser más feliz que un hombre con un taladro en la mano? si es decir que van a sacar la caja de herramientas y se les iluminan los ojos. son felices con una llave allen en la mano.

Veis como no es tan complicado hacerles felices, y qué nos cuesta, con unas sencillas pautas. disfrutar de paz familiar. Total, a cambio, ¿no son ellos los mejores padres del mundo entero? Siempre dispuestos a desatascar un wc, a colgar un cuadro, a arreglar un desagüe, a darnos unos arrumacos cuando más los necesitamos y cuando no también, siempre dispuestos a quedarse con los buenos hijos para que nosotras malamadreemos a diestro y siniestro? Sin más, Feliz Día del Padre a todos y todas.

jueves, 5 de marzo de 2015

The boss II


Viendo que el post sobre los distintos tipos de jefes tuvo tanto éxito, y por aclamación popular, continuamos con esta saga que nada tiene que envidiar a Crepúsculo. Y que quede claro que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y que todos los personajes que aparecen en este post son fruto de mi imaginación, que luego no quiero líos, que si éste es clavadito a fulanito o a menganito.

El jefe latin-lover: es un espécimen que ante todo y sobre todo, se ve guapo e irresistible, las féminas  caen rendidas a sus pies. Es el que lleva el pelo que parece que no se ha peinado, pero en realidad ha estado horas en el espejo trabajando esos mechoncitos con la gomina. Si os fijáis, se distingue porque es incapaz de llegar a la hora, siempre llega tarde, pero no penséis que es dejadez, es una estrategia para hacer una entrada estelar. Cuando llega, la mayoría lleva ya mínimo una hora currando, te has peleado con la impresora, y en el mejor de los casos te has echado al coleto un par de cafés repugnantes de la máquina, como a alguien se haya olvidado echarse desodorante, puede que haya incluso algún tufillo desagradable. Qué mejor escenario para hacer una entrada triunfal, derrochando glamour, con una sonrisa de oreja a oreja, entra el latin-lover como a cámara lenta, saludando al personal y dejando tras de sí una estela de perfume que podemos denominar: “el rastro”, mayormente porque se ha echado un litro de colonia, buena, eso sí. Suele tener un ramillete de adoradoras que beben los vientos por él y que están dispuestas a cualquier cosa por ser “la favorita”. Él impertérrito, se deja querer. Le mejor técnica para llevarse bien con él: déjale creer que tú también piensas que está que cruje, es más, lo mejor es que piense que es el más buenorro de toda la oficina. A esto contribuye bastante que la media del resto de machos ibéricos sea de lamentable a peor.

El jefe porculero: Éste es para darle de comer a parte, el pobre no está contento con nada, da igual lo que hagas, siempre habrá que corregirlo, y recorregirlo, y volverlo a corregir, terminará por corregirse a sí mismo. Es perfeccionista por naturaleza. Si hay un solo error en un informe de 400 páginas, él lo encontrará, así que ya puedes ir espabilando con la ortografía porque como flojees un poco te pilla fijo. Ármate de paciencia, te esperan jornadas maratonianas de darle vueltas y más vueltas a absolutamente todo lo que salga de tu impresora. No es un jefe muy compatible, si quieres tener vida fuera del hábitat laboral. Yo creo que a este jefe en su casa le tienen acogotado, vamos que no le dejan ni abrir la boca, un clásico cero a la izquierda y en la oficina encuentra el sitio ideal para desfogarse. Está todo el día dando órdenes, ahora imprime a color, ahora en blanco y negro, pon este cuadro en rojo, ahora lo quiero en azul que el rojo transmite negatividad, en fin, una joyita, vamos.


Y por último, pero no menos importante, la jefa bipolar. Si hasta ahora pensabais que ya lo habíamos visto todo, os equivocáis, y es que no hay nada peor que una jefa bipolar, si ya de por sí las mujeres somos un mar de dudas, en versión jefa no me lo quiero ni imaginar. Yo me siento delante del armario con la mítica frase: "qué me pongo?" y entro en bucle, que si esto me está muy apretado y me va a hacer llagas, que si esto me queda un poco grande y me hace el culo caído, que lo otro es muy claro y hace gorda, que esto me aplasta las tetas, en fin, podríamos seguir así hasta el infinito. Ahora imaginaros este sinvivir en versión jefa: ahora quiero esto, ahora lo otro, me quiero ir en tren, no mejor en avión, ay no, me voy en coche, mírame qué tiempo hace, me llevo un trolley, no, mejor una bolsa de mano, este restaurante es muy caro, ese demasiado barato, aquel muy pijo, el otro demasiado tradicional. Un infierno en la tierra. Con la hembra alfa hay poco que hacer, sólo rezar para que le salga un trabajo mejor en otro sitio y la aguante otra. Es lo más parecido a la madrastra de Cenicienta. Yo con todo lo que llevo visto, los hombres son mucho más llevaderos.