jueves, 29 de enero de 2015

Los mejores personajes de nuestra vida


A lo largo de nuestra vida nos encontramos con infinidad de personajes que van y vienen, a cual más peculiar. Y entre toda esta variedad, he elegido para compartir con vosotros algunos de los que mejores ratos nos han dado:

La vecina cargante: Es un espécimen que aparentemente ha alcanzado la edad adulta, pero habla como si tuviera 5 años con esa voz ñoña y almibarada a todo volumen que me hace pensar que alguien debería regalarle un whisperXL porque estoy convencida que no se oye a sí misma. También podríamos denominarla cansina ibérica, yo suelo llamarla cariñosamente Vicenta. Este personaje posee un ansia viva por contarle su vida al primero que aparece, con lo cual deduzco que vive sola, cualquier compañero/a de piso la habría estrangulado con sus propias manos. Como te la encuentres en el portal estás perdida. Se caracteriza además por no estar contenta nunca con nada, todo le parece mal, que si hace mucho frío en el portal, que si el jardinero no ha podado bien las rosas, que si corta poco la hierba, que si la corta mucho, el jardinero el pobre es un ser de luz que pena me da, yo creo que va vestido de verde para camuflarse entre los arbustos cuando la divisa en lontananza. Tengo que decir además que el anterior abandonó por no aguantarla. Afortunadamente es un ejemplar que madruga poco, con lo cual no tengo muchas posibilidades de encontrármela por las mañanas. Lo peor, coincidir con ella en la cola del súper, yo he llegado a fingir ser extranjera con tal de que no me dé la chapa.

Si los vecindarios san mucho de sí, ni te cuento los lugares de trabajo. Para relatar el siguiente personaje, tengo que aclarar a qué me dedico para ganarme la vida, porque claro, no es lo mismo ser psicólogo o trabajador social, que sería normal que la gente viniera a contarme sus penas (no es el caso), o ser médico, azafata, peluquera o taxista, que son profesiones que se prestan a que otras personas te cuenten su vida (tampoco es el caso). Yo soy secretaria, o sea, Miss Fix-it, y si esto fuera una tribu india, mi nombre podría ser: Aquellaquetodolosabe, por ejemplo. El personaje elegido entre la fauna típica de oficinas y despachos es uno que me acompañó en esos momentos de gloria cuando disfrutaba de una niña bebé y otra que aún no había empezado el colegio, es decir, mi paciencia digamos que no estaba en su mejor momento. Esa época no tan lejana en la que me conformaba con llegar a la oficina a la hora sin restos de mocos, vómito o Dalsy en la pechera que en mi caso es donde van a parar todas las manchas que caen en mi cuerpo. Ahí va:

La pija-mona: este espécimen, como su propio nombre indica, es mona, lo sabe y le gusta comentarlo. Además lo utiliza en beneficio propio, y no me parece mal, que conste, pero claro, con el género masculino igual funciona, pero con servidora, va a ser que no. Éstas son algunas de sus perlitas:
-“Hooooooola, qué tal mona?” Venía a mi mesa, agitando la melena que siempre lleva impecable (como se nota que no tiene hijos) y contorneando las caderas ceñidas por una falda tan corta que si se agacha se le ven las bragas.
-“Tengo una duda, ¿quíén se ocupa de llevar estos sobres a cartería?”
-“Hooooola guapita, pues tú misma”, contesto yo.
-“Yo? Osea, yo?”, dice ella con cara de horror, “pepepepero, no hay alguien que se ocupa de eso?”, con voz temblorosa y arrugando el hocico, como si le hubiera dicho que tenía que hacer el baño después de usarlo.
Pues sí bonita, tú, porque a menos que te acabes de hacer un esguince, cada uno se baja lo suyo, así aprovechas y luces un poquito más las bragas, digo la falda. Sólo lo pensé, en realidad le dije: “Qué injusta es la vida, chaítooooooo”.
No sé qué habrá sido de semejante personaje. Se fue, salió de nuestras vidas para volar al estrellato libre como un pájaro. No le deseo ningún mal, sólo espero que haya tenido niños, muchos, y muy llorones, a ver cómo aterriza ahora cada mañana. Ya me la imagino, sin depilar, con la melena o lo que quede de ella completamente encrespada e indomable y una mancha de papilla de frutas en la camisa a la cual le falta un botón. Vamos a dejarlo que el karma vuelve.


Todos los personajes que aparecen en este blog son fruto de mi calenturienta imaginación, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, aunque ya sabéis que la realidad supera siempre la ficción.

jueves, 22 de enero de 2015

Post protesta


Parecía que no se iba a acabar nunca, pero las Navidades terminaron, se acabaron las cenas y comidas pantagruélicas, se acabaron las reuniones familiares, las cenas de amigos, los regalos, las compras compulsivas y el frenesí de luz y color que acompaña a esta época del año. Hemos vuelto a la vida normal, a los platos de cuchara, a las ensaladas. Hemos sobrevivido a las rebajas o al menos estamos en ello, y la rutina se instala en nuestras vidas o al menos eso pensaba yo, ilusa de mí.
Hoy cuando iba camino del trabajo, de noche, por cierto, he visto algo que me ha hecho sentir un escalofrío por todo el cuerpo, mi vida entera ha pasado ante mis ojos, bueno, lo que ha pasado más bien han sido los excesos navideños. En una parada de autobús de esas nuevecitas que nos han colocado nadie sabe a santo de qué, brillante  y luminoso, he divisado algo que me ha puesto los pelos como escarpias y no era un anuncio de 50 sombras de Grey, sino de ropa de baño, concretamente un bikini, monísimo todo hay que decirlo. Estamos locos o qué? Vamos a ver, pero si hace un frío que pela, si quito todos los días del coche una capa de hielo y hoy mismo incluso nos ha costado abrir las puertas porque el coche entero estaba congelado, a qué viene ese derroche de carne humana tan bien puesta. Porque claro, esa tía no es real, nadie en su sano juicio tiene ese cuerpo, esa modelo os digo yo que ha pasado las navidades castigada sin comer o se han dado un atracón de Photoshop porque ese cuerpo en esta época del año no existe. Esa pobre criatura el turrón ni lo ha olido, y de los polvorones ni hablamos, porque estaba tan delgada que si se llega a comer uno se le hubiera quedado atravesado y le haría marca, qué tristeza, no?  Y amigos tampoco debe tener, ni nadie con quien cenar, qué penica me da. Eso o tiene la suerte de comer todo lo que quiera sin engordar ni un gramo, que puede ser, pero que desde luego no es fiel reflejo de la realidad de la inmensa mayoría.
Yo desde luego me niego a empezar a pensar ya en bañadores y bikinis, bastante tengo con pensar qué me pongo cada día.
También estoy hasta el moño de que nos intenten colar prendas de nueva temporada cuando está casi nevando, pero cuántas temporadas hay ahora, porque cuando yo era (más) joven, había invierno, verano y entretiempo, pero ahora parece ser que hay carnaval todo el año. Yo he ido a las rebajas y lo único que encontré rebajado es una camiseta de manga corta y después de bucear en un montón de ropa tirada que casi tengo que llamar a los bomberos para que me saquen de allí, eso sí, luego había cantidades ingentes de ropa de invierno toda colocadita bajo el odioso cartel de “Nueva temporada”.
Otra cosa que no entiendo es que en todas las tiendas haya siempre una caja cerrada y otra funcionando y de las dos señoritas que hay allí, una cobra, cambia, teclea, mete en bolsas y lo hace todo, mientas la otra le habla sin parar (mientras mastica un chicle) pero no hace nada. Pero un poco de orden, hombre, si no quieres pegar palo al agua vale, pero cállate y deja trabajar en paz a la otra pobre, que no da abasto. Definitivamente, vivan las compras on line.


Por cierto, en mi casa aún sigue puesto el árbol de Navidad, sin bolas, eso sí, no descarto dejarlo a modo planta hasta el año que viene, o al menos hasta que llegue el fatídico día que tenga que probarme un bikini, que llegará, pero cuanto más tarde mejor.