Ayer tuve una experiencia religiosa en la bolera, ese antro de perdición y desenfreno donde algunos niños celebran su cumpleaños. Fui a buscar a Lapequeña que tenía allí un cumple que había empezado a las 5.30. Nos dijeron que fuéramos a buscarlos a las 7.30 y allí que estaba yo a la hora convenida. No sé porqué pero los cumpleaños nunca terminan a la hora que te dicen en el sitio, como si dos horas no les pareciese suficiente tortura. El caso es que llegas allí y no sabes si has entrado en la bolera o en un after hours, está super oscuro y hay una música atronadora de chunda chunda que lo primero que te pide el cuerpo es pedirte un gin-tonic. La madre del protagonista del cumple es fácilmente reconocible porque es la que tiene la cara más desencajada, es más en una multitud de madres, podrías reconocer a la del cumpleaños a la primera, se les nota en la mirada, la pobre que me encontré allí, ya no era persona, lo primero que vino a mi mente es pensar: esta mujer es una santa…. El día del cumple de tu retoño se supone que te pones remona para recibir a las madres y padres, sencilla a la par que elegante, te maquillas y yo he oído que algunas hasta van a la peluquería, no os esforcéis, es inútil, lo mejor es que tú recibas a los niños y tu marido los reparta, porque cuando se vayan todos los miniseres, tú no serás ni la sombra del ser humano que entró allí, llevarás ojeras tipo oso panda, el rimmel corrido, una mancha de ketchup o mayonesa (o las dos cosas) en una teta, la camisa medio sacada del pantalón, y el pelo… del pelo mejor no hablamos, al margen de que te dolerán todos los huesos del cuerpo del rato que estuviste de pie, agachada, otra vez de pie, los ochocientos cordones que tuviste que atar, y los pantalones que tuviste que desabrochar.
Si cualquier cumpleaños infantil es una pesadilla, el celebrado en la bolera es un auténtico infierno, a las hordas de niños aulladores se une una música ratonera al más puro estilo Gandía shore a un volumen ensordecedor, no sé si suben la música para tapar los gritos de los niños o los niños aúllan cada vez más alto para entenderse por encima del volumen atronador de la música. Resultado: a los cinco minutos de estar allí sentirás que te va a explotar la cabeza nivel paracetamol un gramo.
Los niños juegan partidas por turnos, pero claro, no pueden jugar todos a la vez, con lo cual tendrás unos jugando y otros corriendo y chillando como si estuvieran poseídos por el espíritu de algún deportista olímpico super dopado. Yo recomiendo llevar varias capas de ropa, que puedas ir quitándote, porque la temperatura alcanza cotas inimaginables, es como estar en una sauna, ni os cuento con la pelambrera que puedes salir de semejante antro, absteneros si os habéis alisado el pelo porque saldréis de allí con el pelo a lo afro, riete tu del alisado japonés.
Cuando llegué faltaba el momento tarta y regalos, a puntito estuve de pedirme un gin-tonic para poder aguantar el rato que me quedaba allí, y estuve tentada de irme, pero no, resistí estoicamente hasta el final que se me hizo eterno, no me quiero imaginar cómo estaba la madre del protagonista que me llevaba 2 horas de ventaja, pero me estaba dando hasta pena. Cuando por fin acabo el aquelarre y conseguí arrastrar a mi hija de allí, que me costó Dios y ayuda porque no quería irse ni a tiros, yo creo que los drogan, según ella: “ha sido super corto y no estoy nada cansada”, llegué a casa, me derrumbé en el sofá y me bebí una cerveza de un trago. No podía moverme, sólo para ir a la cocina y coger otra. Laquenoestabacansada cayó fulminada en la cama automáticamente como si se le hubieran gastado las pilas y yo a continuación, contenta porque aún falta muuuuuuuuuuuucho para el cumple de las mías, pero ese día llegará, y a Dios pongo por testigo que yo no lo celebro en la bolera ni muerta.